jueves, 31 de julio de 2008

Se sabe

En los besos se sabe, con el calor de la boca, en la mirada profunda. Se sabe en la mano que aprieta la mano del otro, en las palabras que perdona la lengua, en el oído callado. Se sabe en el ritmo del aire, cuando el día se enciende y caminan las horas inquietas. En el “te quiero”, “me quieres”, “te extraño”, se olvida que arriba está el cielo y abajo nosotros dos, viéndonos a los ojos, en medio del sol, tomados del alma. Se sabe el amor a pedazos, en frases inciertas, en futuros de nadie. En el abrazo, cuando el cuerpo es el pecho y el corazón el deseo naciente, se sabe, y se entiende. En la distancia, sin uno mismo, sin tus brazos tiernos, en el insomnio de tu ausencia; con la miel de tus labios, tus delicadas y perfectas manos, tu calma de ángel. Sé que te quiero, que lo eres todo, que nadie sabe. Ya lo dije, y estoy tranquilo.

Se va y se viene

Se va y se viene todos los días. Se suben y se bajan las escaleras de la enseñanza, del asombro, de la experiencia. Se va y se viene, como la marea abruma las playas quietas. Se sabe que se va cuando los pies caminan, cuando el corazón palpita en las manos. Se sabe que se viene cuando se cruzan los brazos, se escurre el agua tiesa de los ojos. Se va y se viene, todos los días, en los abrazos del mediodía, en la hora de la comida, en la estupenda risa de las tardes de lluvia. En las horas de vida, en las noches de siempre, con la luna en las estrellas y el mar en la poesía. Se van los besos, el tiempo, el terrible tiempo. Pero uno se queda, aferrado al propio aliento, con las gentes de siempre, con la lluvia apagada. Nos quedamos. Solos, libres. Aquí, sentados en la banca de la vida. Y en la mañana, en el rocío de las plantas, en el aire del viento, nos levantamos del sueño, para ir y venir, y seguir viviendo.

Tengo ganas de gritar

Tengo unas ganas incontenibles de gritar. Es cierto, que gritar es para los que pierden la paciencia. Pero gritar algunas palabras de las que se escuchan poco: “te quiero”, “qué bella tarde”, “está amaneciendo”, “perdón”, es hacer de la paciencia una bella rima; todos los días, y no olvidar de qué se trata la vida cuando los pequeños momentos lo son todo, y desaparecen en la mirada de la gente que camina a ningún lado. Es sencillo, pues el grito reúne la energía del alma y la esencia del viento. Tengo cuerpo, alma, aire en los pulmones. Quiero gritar, al infinito tiempo, al paraíso. ¿Cuál es el problema entonces?

lunes, 21 de julio de 2008

No llevan a nada

Los gritos no llevan a nada. El corazón se cae a pedazos, en cada tono que exprime la garganta. Los ojos, las manos, el llanto. Se junta todo, se vuelve nada. Con el peso del odio, el cariño se extingue, y el coraje amarra lágrimas inciertas. Todos gritan, nadie escucha, se escabulle el silencio. La noche es larga, el grito penetra, mata, derrota. Todos se miran, pero nadie entiende. De pronto, las bocas vacías, los dientes cansados. Todos se miran. En la pupila, espejo de agua, la tristeza oculta. Se encuentran las horas perdidas, el rencor del tiempo. Regresa la calma, y la sangre camina en la mirada. Y el rostro, cubierto de espanto, escucha a la herida que sangra pidiendo una disculpa.

martes, 8 de julio de 2008

En un instante

La piel se eriza, la mirada tiembla. El cuerpo emerge del sueño vacío. Despierta la alegría y se posa en los ojos tristes. Y todo cambia. La luz se divide en siete colores, y hay más que ver, más que vivir. Se empieza de nuevo, con los segundos de un instante. Con el albor de la mañana y una tarde impecable. Las estrellas fugaces que escurren del cielo y encienden deseos. El abrazo del padre, la montaña dormida, el silencio del cielo. Todo en un instante. Hierve la sangre del mundo, y se concentra en el pecho. Podría gritarlo, o decir todo en un secreto corto, que no diga mucho. O mejor no digo nada, y sólo sonrío. Porque estos momentos se asoman, brillan, y regresan al cosmos.

sábado, 5 de julio de 2008

Es bello tenerte

Qué bello es cuando tu voz me dice “te quiero”: el vuelo de las hojas se alenta, los corazones ajenos callan y el silencio y el ruido se respetan. Qué bella eres tú, y tu tono de piel canela, que con mis manos se enamora de mis ojos que la besan. Qué bella tu sonrisa, en perfecta medida de tus labios; también tu boca, que en cada abrazo se vuelve un beso. Qué bello es tenerte cuando no lo sabes, cuando nadie escucha, y la belleza que tu mirada esconde ya no regresa, y se queda mía, cautiva y presa. Es bello sentarme a tu lado inventando canciones viejas, y saborear tus oídos en secretos nuestros que el mundo ignora. Es bello, es bello tenerte; cuando el tiempo apremia y poco a poco despiertas en la sombra de mis brazos, y me ves, y no entiendes nada. Y qué bello partes, triste y desconcertada. Me encanta tenerte, en todo momento, por siempre. Pero es más bello tenerte, cuando no sabes nada.

No dicen mucho

Las palmeras están quietas. Llevan así toda la tarde. Las he visto cómo cuidan a los animales que viven despreocupados de todo: la corrupción, la inseguridad, los asesinatos, la droga, las prostitutas, la política. Con qué tranquilidad deciden no moverse. Con qué suavidad se sacuden las horas y calman la mirada del miedo. Porque saben cuándo despertar y romper el sueño del aire que siempre está cansado. Llevan toda la tarde quietas, ni siquiera han caminado la tierra o tirado una semilla. Llevo toda la tarde aquí, escuchando a su voz enmudecida, olvidadas del mundo que sostiene su tronco. Mañana quizás se muevan o intenten decir algo. Habrá que estar atentos, no dormir, fijar la vista. Las he oído hablar, cuando la gente está en el teléfono o llorando los años; cuando llueve y sus hojas se vuelven el paraguas de la tierra. No dicen mucho, pero lo poco que se escucha, es el eco dulce que nos recuerda que todo es vida. Son las palmeras, y siguen quietas.

Es malo hacer monstruos en la cabeza

Es malo hacer monstruos en la cabeza. Basta con una mecha tibia de problemas. Todo se enciende, como la luz del mediodía. El monstruo devora tu vientre y te convence del terror que inventas. La cura, su mejor aliada, te sonríe en la esquina de tu improvisado deseo de sentirte libre. Túnel de espanto, lento, grito amordazado; se escucha la marcha del llanto. Y el monstruo, cansado, perdido, se vuelve agua, tiempo, olvido. Y todo tú te vuelves en ti. No sabes, no sientes. Eres, eres algo. Y en el aire quieto, la luz se enciende, y todo acaba.