sábado, 5 de julio de 2008

No dicen mucho

Las palmeras están quietas. Llevan así toda la tarde. Las he visto cómo cuidan a los animales que viven despreocupados de todo: la corrupción, la inseguridad, los asesinatos, la droga, las prostitutas, la política. Con qué tranquilidad deciden no moverse. Con qué suavidad se sacuden las horas y calman la mirada del miedo. Porque saben cuándo despertar y romper el sueño del aire que siempre está cansado. Llevan toda la tarde quietas, ni siquiera han caminado la tierra o tirado una semilla. Llevo toda la tarde aquí, escuchando a su voz enmudecida, olvidadas del mundo que sostiene su tronco. Mañana quizás se muevan o intenten decir algo. Habrá que estar atentos, no dormir, fijar la vista. Las he oído hablar, cuando la gente está en el teléfono o llorando los años; cuando llueve y sus hojas se vuelven el paraguas de la tierra. No dicen mucho, pero lo poco que se escucha, es el eco dulce que nos recuerda que todo es vida. Son las palmeras, y siguen quietas.

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