
Tengo unas ganas incontenibles de gritar. Es cierto, que gritar es para los que pierden la paciencia. Pero gritar algunas palabras de las que se escuchan poco: “te quiero”, “qué bella tarde”, “está amaneciendo”, “perdón”, es hacer de la paciencia una bella rima; todos los días, y no olvidar de qué se trata la vida cuando los pequeños momentos lo son todo, y desaparecen en la mirada de la gente que camina a ningún lado. Es sencillo, pues el grito reúne la energía del alma y la esencia del viento. Tengo cuerpo, alma, aire en los pulmones. Quiero gritar, al infinito tiempo, al paraíso. ¿Cuál es el problema entonces?
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