martes, 26 de agosto de 2008

Se puede entender

El viento de la noche es de absoluta confianza. La gente le cuenta sus secretos, le llora su tristeza. El viento silba en espera del habla, se entrega sin miedo, seguro del tiempo, de lo que sabe, de lo que ocultan las gotas de agua. Se amarra a la lluvia, paseando los suelos, volando el otoño. Sale en besos que da la boca, desnuda la piel dormida; se va con la arena, meciendo las olas, jugando en las nubes. Se va el viento, en delicadas frases, con el cielo de enero, en los ojos de nadie. Todos los días, en la hierba del campo, con la miel de los años, lo dice, lo calla. Se cuela por debajo del alma, en las manos del hombre, con la vida contada. Regresa en las noches, cuando nadie escucha, abriendo ventanas, peleando los sueños. Y en la vida del otro, en los minutos ajenos, cuando el sol se encuentra, uno debe escuchar atento, bien despierto; sólo así se puede entender lo que estamos viviendo.

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