domingo, 29 de junio de 2008

Preferiría que me avisaran

Preferiría que me avisaran cuándo vendrá por mí la muerte. Así estaría preparado, y diría algo inteligente, pues no tengo miedo de irme a donde el sol se disfraza de negro y los pájaros ya no cantan. Debe de ser toda una aventura, irte y no regresar, pero seguir vivo. Estar lejos y escuchar cómo te lloran, te rezan, te sueñan. No creo que espere mucho por ella; a veces la veo cuando salgo a comprar leche o a pasear al perro. Pero le he perdido el respeto: hasta la muerte tiene miedo. Miedo de morirse tantas veces, de robar tanto, de quitar, de dar. Con su cara de viva se acerca y te susurra al oído cosas que ni dios entiende. Y nos dejamos, y la escuchamos, y nos morimos. A veces todos, y luego nadie. Cuando venga la muerte me gustaría darle la mano y que fuéramos amigos, tal vez así podría regresar de vez en cuando, por los abrazos que me faltan y la gente que me quiere, para llorar por nadie y ser feliz un rato. Yo la espero, sentado, callado y tranquilo. Ojalá no tarde, y llegue con esa elegancia que mata el caminar, y su vestido de seda negro, suave, perfecto. Espero que alguien me avise: el policía del semáforo, un profesor o hasta mi madre; pero que me avisen con tiempo, para no morirme antes.

No hay comentarios.: