Aun bajo tierra, no te mueras. Aun sin tus hijos, respira. Aun sin tus propios cuentos, ríe. Ríe con el aire que te falta ahí abajo. Sal, visítanos. Sácanos las lágrimas y enséñanos a bien llorar. O mejor aún: condénate a la vida, a los abrazos y a las comidas en familia. Aun bajo tierra, no te mueras. Aun rodeado de flores y los restos de cariño, no te mueras. Esa ya es tierra mala. No te mueras.
domingo, 29 de junio de 2008
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