Amo las madrugadas. Les diré cuánto las estimo a ver si me ayudan a negarle amor al sol, y que así no salga. Ni mañana ni nunca, para que sobreviva la noche y las estrellas pierdan el miedo. Que no se acabe esta madrugada, con sus horas muertas que parecen vivas, con sus desiguales tonos negros; con momentos donde el día y la noche se saludan de la mano. Que no salga mañana ni nunca, y se esconda entre las montañas, y así evitar el más mínimo destello. Quédate ahí, quieto y sin vida, hasta que pueda volver a sentir que siento.
Foto: Guillermo Jáuregui.
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