sábado, 25 de octubre de 2008

Quería llamarte


Hoy supe que quería llamarte, gozar de la niebla que inventamos en la noche. Supe que quería amanecer en el primer respiro de las horas, saliendo como luces pardas de tus labios. Ya era tarde. Tu silencio era un derrumbe, un castigo de pasados, y mis ojos, enterrados en mi cuerpo, se apagaban en las sombras de la noche, en la almohada que a veces lleva tu nombre.

Qué triste, qué cierto: siempre supe que no me llamarías.

Y ahora, anclado al hervor intacto de mis días, encerrado en la luz de tu ventana, cierros los ojos, y sueño.

2 comentarios:

Familia Torres López dijo...

Tarde... creo que esa palabra jamás debió inventarse. Esa palabra nos atora, nos hace un nudo en la garganta, desilusiona... quien la inventó debió estar eternamente frustrado.
Yo soy de la idea de que nunca es tarde, jamás hay demoras... es el reloj o el calendario el que se equivoca, pero las circunstancias nunca. Así que, mi estimado, jamás es tarde. Todo aparece en el momento preciso, incluso lo indeseable... de suceder con anticipación el resultado sería más que desagradable...

un abrazooo!!!!

PaoValdivieso dijo...

el tiempo es directamente proporcional ale stado animico del alma un beso