sábado, 25 de octubre de 2008

Encima de la tierra

El clima de Guadalajara vive encima de la tierra. Es un frío suave, disperso, el de octubre. A las tres de la mañana, el asfalto duerme bajo la sombra de las horas; los autos sueñan, la gente camina la vida que no alcanza. La noche va derramando gotas de insomnio en la luna del hombre, va entrando en la historia de las camas, se acurruca en la esquina triste del cansancio. Se caen las ramas, queman la piel divina del aire. El silencio brota del sueño de las plantas, pinta estrellas en el cielo, despierta el eco del último universo. En cada esfera de viento vuela el hambre de saberlo todo, las ganas de encontrarse con las manos del sol, el deseo de vivir por el otoño.

El frío revive el color más fino de las flores, camina en las calles de la piel y enciende la pasión de los respiros: se enfrenta al turbio manjar de la desdicha. Con el clima de octubre se llenan de aire los niños pequeños, los padres beben los sobrantes de la noche, y las madres dormitan en líneas del último cuento. Y hasta la hierba, el cielo, la noche, duerme, palpita mundos en la almohada. Pero yo, despierto, aferrado al latir de mi cordura, con este clima de puertas infinitas, con miedos que ahuyentan al fantasma que es la vida, me encierro en mi memoria, escribo textos que no existen, y espero ansioso la locura de mis días.

No hay comentarios.: