viernes, 26 de septiembre de 2008

Es la hora del día

Me falta la luna para esperar el día. Quiero el blanco en mis ojos, dulce leche, amante y nieve. Quiero a la luna en mi almohada, sin presiones, con sueños eternos, el corazón cansado. Con la luna en la boca, la sonrisa en penumbra y dolores amables, la noche se acorta. Se va armando el día, con el pelaje de la llanura y la piel de las montañas. Poco a poco, en la cara de la noche, el brillo aparece cegando miradas. Se acerca el sol, callando las sombras, creciendo en la hierba. Se sale del cielo, abandona las nubes, la casa del tiempo. Se esfuman las aves nocturnas, volando a horizontes de fulgores y destellos. Mira el cielo. El cielo que es eterno, y suave y perfecto. Es el sol el que te abre los ojos, invitándote a la vida, cantando melodías al alma dormida. Despierta. Es la hora del día, la única.

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