viernes, 14 de marzo de 2008

Mi demonio

Es un virus. ¿Por qué cambia? Pareciera que cada minuto adquiere otra forma, otra esencia. Es una espina, enterrada. Tan adentro, que me duele. Desde que mi cuerpo está aquí, lo que antes era mío, ahora me parece ajeno. Ya no es mío. Me mata, pero ¿de quién es ahora? La vida se trata de cambios, vive de ellos, y no siempre llegan en el mejor momento. Y ¿cuál es el mejor momento? A quién le importa: el que sufre, lo hace solo. Y la soledad es un monstruo, un parásito que nos devora en un descuido. ¿Qué tengo? Esto puede no tener cura. No soy de aquí, ni de allá. Soy del viento, de las mareas, de la sequía y el verdor de mi pueblo. Cuando vuelo lejos de mi cabeza, lejos del calabozo de realidad, me vuelvo un ave… y vuelo. Vuelo hacia el sol, buscando desvanecerme con el fulgor del amarillo. Y al caer la noche, me vuelvo la luna. Bella y tosca de frialdad. Una luna que derrite el mar con sus tonos color plata…y se esfuma al nacer el alba. Después vuelvo a ser yo, y sólo yo. Solo y con mi encierro. Es raro que pueda salir, pero una vez afuera todo parece tan limpio, tan puro. Es un hecho: salir no es fácil. Tal vez soy del mundo. Soy una sombra, soy el rocío de la mañana y también las ventiscas del otoño. Soy todo, menos yo. Putas lágrimas, siguen atoradas, y eso duele. Me hierve la sangre de coraje; sólo quiero caer con ellas y evaporarme. Quiero acostarme con el ocaso y esperar no salir al día siguiente. ¿Cuándo llegué a perderme tanto? No encuentro la salida ni la entrada. Calma, sólo estoy perdido…ya vendrá alguien a rescatarme. ¿Y si no vienen? No me asusta mi propio miedo; no quiero pertenecer, sólo ser. Nadie puede verme, y me pierdo en el mutismo de la inexistencia. Cada vez más fuerte, hasta aturdirme. La incomprensión es un virus: nos necesita para vivir y horrorizados le abrimos la puerta. Rápido, más adentro, hasta que somos uno sólo. Entre pálidos rojos, la luz se vuelve opaca, y muere. Ya cuando la noche se pierde en el exceso de negro, la brisa del mar me recoge. La abrazo tan fuerte que no siento mis brazos. Y me voy con ella. Vuelo al horizonte, sin ver atrás de nuevo, y me pierdo con las olas que juegan a hundir los rayos de un sol en agonía.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Solo una palabra :SUBLIME