lunes, 12 de junio de 2006

Graffitti

Proveniente del término italiano que designa inscripciones o figuras casi siempre satíricas grabadas en piedras de monumentos antiguos, en la superficie de un edificio o en cualquier otro medio de locomoción, hoy en día vemos el “graffiti” cuando miramos por la ventana, entramos en el metro o hasta en la pared de nuestra propia casa. Ha inundado México haciendo que algunas personas le tengan pavor; otras no lo entiendan y otras más lo borren. El graffitti es una forma de expresión poco entendida y muchas veces satanizada, sin embargo, primero hay que conocerlo para después juzgarlo; comprender este fenómeno cultural es importante para saber cómo controlar las pintas, ahora tipificadas como delito en el código penal bajo el nombre de contaminación visual. Lejos de verdades jurídicas, la realidad es que en México, las oportunidades de los jóvenes para expresarse son casi nulas. Hace aproximadamente tres años comenzó un proyecto, por parte del gobierno del Distrito Federal, para brindar a los “graffiteros” espacios diseñados especialmente para pintar. Sin embargo, parece que no ha sido suficiente debido la gran cantidad de chavos que realizan esta actividad. También hay muchos jóvenes que por falta de conocimiento rayan las paredes sin ningún sentido, dándole así, una peor imagen a los demás “graffiteros” que pretenden hacer arte con sus pintas o dibujos. En el caso concreto de Los Cabos, con el paso de los últimos años, hemos visto como nuestra pequeña ciudad se ha llenado de rayones vulgares y sin sentido, que crean un sentimiento de rechazo en quién los observa. El famoso LFC que todo cabeño debe ya de conocer, aparece hasta en el rincón mas absurdo en el que alguien pudiese pintar un graffiti; es aquí donde se marca la gran diferencia entre el arte y lo que se encuentra por encima de la ley y sin ningún control. Es por esto que hacemos un llamado a las autoridades correspondientes para que tomen las medidas necesarias sobre aquellos que insisten con atentar contra el estado de derecho. Pareciera que todo se opone a esta forma de expresión cultural, pero si todas la partes de la sociedad trabajaran con los jóvenes que practican este tipo de pintura y se acercaran a ella, podrían cambiar la situación del graffitero y tal vez el punto de vista de la gente ante ésta forma de expresión, y de este modo, dejar de ver rayones en la pared y entender los gritos de los jóvenes en este país que tanto necesita que nos escuchen, ya que somos nosotros los que vamos a enfrentar el futuro que hemos construido a través de nuestros actos.

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